“Yo quiero compartir tu hogar. Yo quiero que me entregues todas tus posesiones. Aceptas esto?”
Yo le dije inmediatamente que sí. Que a partir de ese momento Ella podía vivir con nosotros hasta el fin de nuestras vidas y que le entregaba todas nuestras posesiones.
Yo sentí en mi corazón la alegría de la Virgen. Ella festejaba esto con mucha alegría.
María Livia, Charla en Salta, 6 de Diciembre de 2009
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